La complejidad “es bastante simple”
La complejidad “es bastante simple” —dice César Hidalgo, como si fuera obvio— recordándonos que esta palabra viene del latín complexus, que significa “entretejido”. Claro, otra cosa es su aplicación en la teoría de la complejidad, porque ahí… bueno, ahí todo se complica un poco. Esa mezcla de simpleza y profundidad fue el centro de nuestra conversación, donde exploramos cómo la inteligencia artificial y la humanidad se cruzan en formas que a ratos sorprenden, a ratos inquietan, y otras veces parecen sacadas de un guion de ciencia ficción.
Y, hablando de ciencia ficción, uno de los temas más llamativos fue el rol de los “doppelgangers digitales” en la política. Así es, agentes de inteligencia artificial que, en un futuro no tan lejano, podrían aprender de nosotros, entender nuestras opiniones y hasta “votar” en nuestro nombre. ¿Nos estamos acercando al día en que nuestros alter-egos digitales debatan en el Congreso? Quizás suena a locura, pero César, que dirige el Centro de Aprendizaje Colectivo en la Universidad de Toulouse, asegura que la idea ya no es tan descabellada.
Claro que la IA en política fue solo una parte de nuestra charla. También exploramos cómo las ciencias naturales han influido en las ciencias sociales gracias a la recolección masiva de datos. César lo dice tal cual: en física estamos acostumbrados a hacer experimentos y recolectar datos, pero en ciencias sociales, eso solía ser más complicado.
¿La solución?
Bienvenidos a la era digital, donde ahora se pueden rastrear y analizar patrones de comportamiento humano como nunca antes. Y aquí viene lo curioso: resulta que los humanos nos movemos de una forma bastante predecible. En un estudio, César demostró que la mayoría de nuestros movimientos son cortos, cotidianos, hasta que… ¡zas!, nos pegamos un viaje largo.
¿Qué tiene que ver esto con la neurociencia o la IA? Bueno, mucho. Este tipo de patrones ayuda a entender temas como la propagación de epidemias, la difusión de ideas e incluso nuestros movimientos en redes sociales.
Pero no todo es tan “duradero” en la era digital. Porque, según César, aunque estamos rodeados de información, en realidad esta es más frágil de lo que creemos. “En el mundo físico, construyes un puente y ahí queda, aguantando el paso de los años. Pero en lo digital…” Y es cierto: cada día se rompen más links, se pierden archivos, se desactivan servicios. Lo que alguna vez fue fácil de encontrar, se vuelve inaccesible. En algunos casos, el papel resulta ser mucho más confiable que nuestros sofisticados sistemas digitales. Tal vez deberíamos volver a imprimir algunas cosas, por si acaso.
Y no podía faltar mi pregunta favorita acerca de la “teoría de la simulación”. Porque sí, siempre está la posibilidad de que estemos en una especie de videojuego cósmico, como en The Matrix. Pero César fue directo: “No.” Y aquí es donde el hombre de ciencia aparece con toda su fuerza: según él, la teoría de la simulación es tan probable como la existencia de la galaxia lejana de Star Wars. Algo entretenido para la ciencia ficción, sí, pero de ahí a que sea posible… no nos emocionemos.
Lo que realmente nos hace humanos
Para César, aunque estamos en una época increíble para el desarrollo de la inteligencia artificial, todavía estamos muy lejos de replicar la complejidad de la inteligencia humana. “La capacidad de hacernos preguntas, de buscar sentido… eso sigue siendo profundamente nuestro.” Al final del día, las máquinas podrán reconocer patrones y hacer cálculos impresionantes, pero el “por qué” de las decisiones, la dirección y el propósito, sigue siendo un terreno muy humano.
Este episodio dejó una reflexión que todavía ronda mi cabeza: entender lo “complejo” no es entender lo “complicado”. La complejidad no se trata de abarcarlo todo, sino de ver las conexiones. Y tal vez ahí radique el verdadero misterio: mientras más comprendemos, más nos damos cuenta de lo entretejidos que estamos.