La ciencia y magia del cerebro
La neurociencia, ¿qué no es fascinante de ella? Estamos hablando del cerebro, ese pedazo de carne que gobierna todo lo que somos, pero que sigue siendo un misterio inmenso. Y lo mejor (o peor) es que cuanto más descubrimos, más nos damos cuenta de lo poco que realmente sabemos. Es como querer entender el universo entero solo mirando las estrellas. Sabemos que están ahí, que brillan, pero el resto sigue siendo un misterio.
¿Cómo es posible que algo que llevamos dentro sea tan, pero tan difícil de comprender?
Las adicciones y la "falta de voluntad"
Antiguamente, se pensaba que era solo cuestión de tener fuerza de voluntad. Pero resulta que la neurociencia tiene otras ideas: "Después de un tiempo, los cambios en el cerebro son tan profundos que ya no lo controlas," dice Antonia Gonzáles, una de esas investigadoras que parece entender que lo que antes creíamos saber, ya no aplica.
Imagina esto: el cerebro literalmente cambia y lo que alguna vez fue una decisión consciente se convierte en una necesidad. Algo tan fundamental como el control sobre nuestras acciones… se disuelve. Así, de la nada. Es como si el cerebro decidiera, por su cuenta, hacer lo que le da la gana. Y sí, suena aterrador, pero es también increíble pensar cómo algo tan intangible como la voluntad se puede transformar por un simple cambio en las conexiones neuronales.
Y aquí es donde todo se vuelve aún más alucinante. Porque claro, lo biológico afecta lo conductual, y viceversa. "Todo está relacionado," nos cuenta Antonia. "Lo que pasa en tu cerebro cambia cómo te comportas, pero también lo que haces afecta a tu cerebro."
Es que, una proteína aquí, o un neurotransmisor por allá… y eres una persona diferente.
La meditación
Esa práctica que muchos ven como algo casi místico, resulta que tiene un impacto real en el cerebro. "Se ha demostrado que la meditación ralentiza el deterioro cognitivo," dice Antonia.
Piensa en esto: respirar profundo, concentrarte un poco más, y tu cerebro lo agradece manteniéndose joven. No necesitas convertirte en un monje ni aislarte en una montaña. Algo tan simple como sentarte unos minutos a meditar puede tener efectos tan reales y tangibles como cualquier medicina.
Antonia lo tiene claro: se mueve en un mundo de hombres, desafiando no solo la ciencia, sino el sistema que la rodea. "Hay pocas mujeres jóvenes en este campo, y se nota la diferencia," comenta, con la naturalidad de quien ya ha aprendido a remar contracorriente. "Pero eso no me ha frenado, me motiva a seguir." Y ahí está, estudiando enfermedades neuro-degenerativas como el Alzheimer y las adicciones, sabiendo que cada pequeño avance cuenta. Porque aunque no lo sepamos todo (y tal vez nunca lo hagamos), cada descubrimiento es un paso hacia adelante.
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Y es que la neurociencia no es solo el estudio de células y proteínas, es la búsqueda de lo que realmente somos. ¿Somos algo más que conexiones neuronales y decisiones conscientes? Lo que está claro es que somos un enigma. Y puede que nunca logremos entendernos del todo, pero tal vez esa es la gracia. Porque, como en cualquier buen viaje, lo importante no es solo llegar al destino, sino lo que descubres en el camino.