Ambición: ser, emprender, depender.
Partí escribiendo esto intentando darle una vuelta más profunda. Con palabras rimbombantes y conceptos que, cuando los leía, no me quedaban claro. Como pudiste percatarte, no seguí ese camino.
Este "Hype", de 30 años o más, llamado Silicon Valley, la innovación disruptiva; los Uber, los Airbnb, los Facebooks y Twitters del mundo han constituido un "ecosistema" al que puedes entrar con una buena idea y un buen plan de negocio. Siendo la premisa; lo importante es la ejecución... una buena idea la tiene cualquiera.
Dentro de este ecosistema, basado en el mérito, y que se sustenta sobre el 5% de los exitosos (mito del Unicornio) -porque el 95% de los emprendimientos fracasa- subyace la idea de que; rellenando Canvas(es) de Servicio, Modelo de Negocio, propósito, etc., teniendo un buen pitch elevator (contar tu idea y negocio en el tiempo que se demora un ascensor en llegar al piso deseado) y formando un buen equipo, si realmente lo quieres, puedes. Implicando que, si no lo logras es porque no lo quieres lo suficiente.
Es de esta última idea de la que me quiero colgar.
Esta temática no es nueva. Parafraseando a Byung-Chul Han, si es que aquello es posible, existe una delgada línea entre el trabajo "sano" y la auto explotación.
“Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose” - Byung-Chul Han
Pensando en mis tiempos de ocio, entre mis responsabilidades e iniciativas como padre primerizo, la casa, el trabajo, la vida en pareja y mis privilegios (porque hoy en día tener tiempo para pensar también es un privilegio) recordé una conversación que sostuve por teléfono con un muy antiguo y querido amigo de la universidad.
La conversación, en resumen, tenía relación con la ambición. Específicamente, de lo distinta que era, comparativamente, nuestra experiencia.
Concluimos que, de acuerdo con nuestros estándares, él era más ambicioso que yo. Principalmente, porque mi amigo siempre quería más y yo estaba dispuesto a habitar la "zona de confort" [por un tiempo cercano al indefinido].
Nada de esto es malo per-se. Por el contrario, son pocas las personas con las cuales puedes hablar abiertamente de sus fortalezas y debilidades, las diferencias y estar de acuerdo en vivir dos realidades totalmente distintas.
No obstante, me quedé pensando. ¿Me falta ambición? ¿Qué es ser ambicioso? Más importante aún, ¿qué es para mí ser ambicioso? De entrada, me encontré con la connotación negativa que tiene la palabra. Porque, tal y como dice mi amigo, se asocia a un algo sin límites.
El sistema económico se basa en esa premisa. No voy a hacer una crítica al modelo, ni mucho menos debatir acerca del neoliberalismo, como tampoco posicionarme desde el ser Woke que todos llevamos dentro. Lo único que quiero precisar es que, si se pensara la vida de otra manera, el 30% del alimento del mundo no se botaría a la basura. O, más importante aún, no nos consumiríamos 1,75 planetas tierra al año. En palabras simples, vivimos en la bicicleta del crédito.
No les daré la lata, pero me parece importante mencionar lo siguiente: en una charla de minería y el negocio de la extracción, en una de las Big Four, estábamos discutiendo acerca de las proyecciones de crecimiento de la industria en los próximo 20 o 30 años. En eso, y en tono medio sabiondo, a mis veintitantos, levanté la mano y afirmé lo siguiente; esto que estamos hablando asume que los recursos son ilimitados y sabemos que no es así.
Fin del exordio...
En esta instancia filosófica, que en Chile se conoce como vola', se me ocurrió indagar en las dimensiones que, a mi juicio, conforman la ambición: el deseo y la intensidad.
El deseo conceptualizado como el potencial de acción, mientras que la intensidad, como la energía que estoy dispuesto a invertir en dichas acciones. Ganas versus energía disponible.
Entonces, en pocas palabras..., la ambición es una curva que se manifiesta entre las variables deseo e intensidad. [No hay, absolutamente, ningún fundamento matemático detrás de esta proposición. Más bien, es un ejercicio personal de entendimiento.]
Bajo esta lógica, decidí profundizar en la posibilidad de ecualizar -a discreción- la intensidad de ciertas emociones, acciones, etc. Nada novedoso la verdad. No obstante, ecualizar es un proceso consciente y sujeto al conocimiento de las dimensiones de aquello que quiero ecualizar.
Por lo tanto, previa ecualización, debiese existir una instancia de reconocimiento. Pensarse a uno mismo en la dimensión deseo e intensidad. Prestar atención. Es decir, parte de la energía disponible se invierte en estar atento.
De ahí en más, aparecieron los matices. Espacios, a mi juicio, alcanzables dentro de esta lógica y ajustados a la ecualización necesaria para no auto explotarnos, ni explotar a otr@s 👌🏻.
¿Podría haber un punto de equilibrio entre el deseo y la intensidad? De ser así, se llamaría realización. Es decir, el logro o consecución de una tarea, decisión, objetivo o, simplemente, una acción.