El poder en la ciudad se obtiene desde la altura. Te permite ver todo el panorama. Despierta la imaginación y te toma por sorpresa.
A veces, cuando miro a los que caminan pienso en cual es su dirección. Hacia donde irán. Será que fantasean con una vida mejor o solo se mueven por la inercia.
Que difícil es la empatía. Ponerse en los zapatos de otro requiere un esfuerzo tremendo.
Mientras escribo esto, mi perra me acompaña. Sonríe y mira en dos patas, desde el balcón, que pasa afuera. Un perro ladra y ella, ahora a mi lado, solo se pregunta, creo; cuando volverás a mi.
Una compañía demandante, pero hermosa. Que no tiene mayores pretensiones que uno, su “dueño”, comparta con ellos sin cesar. Este ahí presente en el minuto.
Mira estoy aquí.